El dibujo como herramienta de investigación.
Resumen
Cada dibujo que vemos o hacemos, nos revela algo sobre el mundo. Puede hablarnos sobre un momento, una época, una historia, tanto como sobre quién lo creó y cómo observamos lo que nos rodea. Dibujar es tan innato como ver, porque maduran am-bas en conjunto con el desarrollo de nuestra mente. Sin dibujar, es decir, sin com-prender las imágenes como tal (lo que las hace diferentes de aquello que observamos y al mismo tiempo, lo que las asemeja), difícilmente desarrollaríamos la habilidad de leer o escribir, ya que las conexiones que establecemos a través del dibujo, son esen-ciales para aquellos procesos. Ver algo, es un proceso inmediato y automático. Ver profundamente algo, re-quiere tiempo, requiere conciencia sobre lo que se ve. En otras palabras, el dibujo requiere temporalidad, darse un momento. Desde nuestra infancia así lo exige y pue-de hacerlo hasta el fin de nuestras vidas. Y es que, como dice Arnheim, "todo percibir es también pensar, todo razonamiento es también intuición, toda observación es tam-bién invención.” Dibujar, de este modo, se vuelve una práctica transformadora independiente del ámbito en el que se dirija. Por dar algunos ejemplos: Richard Feynman, famoso físico, cursó por años talleres de dibujo con modelo, con el fin de lograr transmitir con-ceptos complejos en diagramas lo más simplificados posibles; asimismo, Sylvia Plath hallaba en el dibujo un medio de expresión complementario a su escritura: al mismo tiempo que la mano recorría el papel, su mente se abría a nuevas posibilidades poéti-cas. Siempre en tensión con las demás esferas del conocimiento, pero también siempre en continua interacción, el dibujo permite conectar aquello que no siempre es evidente: vuelve visible aquello que no aparece en una primera reflexión, porque es una extensión del proceso reflexivo.
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